viernes, 22 de abril de 2011

sociedad humana

De modo que, basándome en el orden natural, y su correspondiente orden social natural, derivado de la naturaleza social de hombre, intentaré hacer una descripción científica la existencia de la sociedad, y de las relaciones económicas, que, en rigor, son todas las relaciones humanas dentro de la sociedad dado que, aun aquellas no pensadas en términos económicos, tienen consecuencias de esta índole: cuando se visita a un amigo, por caso, en principio, no se lo hace por "razones comerciales", sin embargo, se consume transporte y otros bienes y servicios. Es así pues, que existe una sociedad natural, la sociedad del orden natural, del modo en que se desarrolla la naturaleza, del cosmos ordenado. Parto, por cierto, de algo para mi empíricamente evidente: el cosmos está ordenado (el sol sale todos los días con rigor horario y esto permite el crecimiento de la vida) por leyes naturales anteriores al descubrimiento, ergo, anteriores a la razón humana. Y estas leyes ocurren determinísticamente (es decir, nos guste o no) y espontáneamente, las esperemos o no. Y la dirección de estas leyes es (el bien) el crecimiento de la naturaleza, que de hecho crece y se ha perfeccionado desde los dinosaurios (por poner algún inicio) hasta hoy.
 
El Origen de la sociedad natural
 
Dice Juan de Mariana: "Abolido el cambio mutuo de productos, la sociedad sería imposible, y viviríamos todos inquietos, congojosos, sin que nosotros fiáramos de nuestros hijos, ni nuestros hijos de sus padres. ¿Por qué pues ha sido constituida la sociedad, sino porque no bastándose uno a sí mismo para procurarse los elementos necesarios de la vida pudiéramos suplir la escasez con el recíproco cambio de lo que cada cual tuviese y le sobrase?"[1].
 
Partimos, pues, de este orden natural, del cual el ser humano es parte y de donde sabemos que el hombre tiene una naturaleza social, basada en el principio de crecimiento, supervivencia, y en su necesidad de relacionarse (para empezar, para procrearse), más allá de su imperfección. En consecuencia, existe un 'orden social' que funcionará adecuadamente en tanto no sea interferido, por ejemplo, por el uso de la violencia coercitiva, que es contraria al orden natural, según Santo Tomás[2], que lo toma de Aristóteles y de acuerdo con el comentario de Etienne Gilson[3]. Todo esto, que necesariamente, implica 'acciones' y relaciones de tipo 'material' (comer, vestirse, habitar una casa, educarse, y demás), a este aspecto, entonces, del orden natural social lo llamaremos mercado natural o, para abreviar, simplemente mercado.
 
En otras palabras, a estas relaciones, a esta sociedad así conformada naturalmente, contemplada desde el punto de vista de la economía, es decir, de la 'creación', distribución y utilización de los recursos (de los que siempre hay para 'crear' porque el hombre es imperfecto y la distancia entre la imperfección y la perfección, que es lo que el hombre busca, es infinita), la llamaremos el mercado natural.
 
Este mercado natural responde directamente a las leyes del cosmos, del orden descrito por el Aquinate (es, insisto, el orden natural), en cuanto que está, necesariamente, dirigido al bien (a la perfección), en cuanto que es ordenado por excelencia, en cuanto que sus leyes ocurren espontánea pero inevitablemente, “determinísticamente” (aun respetando el libre albedrío) y demás características. Esto implica que existirá, aun cuando el hombre, en uso del libre albedrío, decida ignorarlo. Si ésta es la decisión, lo que ocurrirá, no es la destrucción del mercado natural, sólo se destruirá el hombre; aunque, por el principio de supervivencia, de modo necesario, finalmente el orden se impondrá (aunque fuera por 'descarte', es decir, desaparecerá quien lo niegue quedando vivo el orden, dado que la no adaptación al mismo, hecho para el desarrollo de la naturaleza, implica negar, precisamente, el desarrollo).
 
De hecho, existe una diferencia metafísica sustancial entre el mercado natural y el 'mercado clásico', que es la idea que hoy se utiliza casi universalmente. El primero supone la existencia de autoridad moral, entre otras cosas, por cuanto el valor, en última instancia, es un hecho objetivo que responde al orden natural, ya que si alguien valora el arsénico como alimento (algo contrario a la naturaleza), pongamos por caso, terminará desapareciendo, y con él este "valor subjetivo". En tanto que el segundo supone que 'cada uno hace lo que quiere'. Este último supone la búsqueda del bien material (el valor es un hecho subjetivo que finalmente se confunde con el precio) y, de este modo, es capaz de explicar, relativamente, la eficiencia de la economía y otros temas. Pero no puede explicar, por ejemplo, el hecho de que la Biblia sea el libro más vendido en la historia de la humanidad
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La sociedad natural
 
El hombre ha nacido para vivir en sociedad[5]. Desde el momento en que para procrearse necesita de dos personas, varón y mujer, necesariamente debe relacionarse para poder sobrevivir. Siendo que el principio de supervivencia, personal y de la especie, es propio del orden natural. Obviamente, la parte más inmediata de estas relaciones es la familia; y luego el resto de la sociedad.
 
Lo que surge claramente es que, como el ser humano necesita vivir en sociedad, necesita que las sociedades (la familia y el resto) vivan, es decir, crezcan, mejoren, se perfeccionen. Así es que, en definitiva, de la vida y de servir es de lo que se trata. Y esto es amar, porque, en definitiva, amar es luchar por la vida[6].
 
De modo que las relaciones sociales, las relaciones entre las personas, tienen una naturaleza que debe ser respetada para su adecuado funcionamiento. Y en esto, sin duda, tiene que ver la moral y la ética, que no son sino aquellas reglas que, de acuerdo con el orden natural propio del ser humano, lo conducen hacia una mejor vida. Algo así, salvando las distancias, como las instrucciones que redacta el fabricante para el buen uso de cualquier aparato. En definitiva, la moral y la ética son reglas a favor de la vida. Y todo aquello que va contra la vida, que destruye la vida, que corrompe la vida, es violencia. En consecuencia, el hombre necesita rechazar a la violencia como método de interacción y basar toda su acción social en la cooperación y el servicio voluntarios.

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